EL OBISPO DE CANARIAS D. BUENAVENTURA CODINA Y AUGEROLAS 1847-1857
BREVE SEMBLANZA DE SU VIDA Y OBRA
D. Buenaventura Codina y
Augerolas nació el 3 de Junio de 1785 en Hostalrich, provincia de Gerona.
Hechos los estudios primarios completó su formación en la Universidad de
Cervera donde se graduó en Filosofía y Teología.
Ingresó en la Congregación de la Misión de San Vicente de Paúl en la que
llegué a ser Visitador Superior de la Congregación en España en al año 1841.
Propuesto por el Gobierno de Isabel TI para el obispado de Canarias, llegó a
Las Palmas de Gran Canaria, capital de su nueva diócesis, el 14 de Marzo de
1848.
El episcopado del Obispo Codina
se inserta en la difícil centuria decimonónica en la que la Iglesia española se
vio sometida a un auténtico vendaval de dificultades que van desde las
planteadas por las relaciones Iglesia-Estado a las ocasionadas por los graves
problemas sociales de la época. En este entorno, la figura del Obispo Codina
emerge firme y serena como “un hombre de bien”, es decir, si infatigable hombre
de Dios y pastor que incluso expone su propia vida en aras de confirmar esta
trayectoria. Para comprender con si menor acierto la vida de este excepcional
obispo le contemplaremos en las siguientes facetas:
1.-
Sacerdote de la Congregación de la Misión de San Vicente de Paúl.
La labor de D. Buenaventura codina se proyecta en este aspecto en una
doble dirección:
a) Consolidando si “edificio” de la Congregación de la Misión en España.
Una
vez que se incorporó a la Comunidad de Badajoz en 1828, fue el brazo derecho de
los Visitadores, recayendo en él desde 1833 todo el peso de la superioridad de
la Casa Central en donde se formaban las nuevas generaciones y se organizaban
numerosas tandas de ejercicios espirituales para seglares, sacerdotes y
ordenándoos, El 24 de Julio de 1834 se produce si estallido de las célebres
matanzas de religiosos. El asesinato organizado duró todo si día, Comenzó así
para los religiosos un peligros éxodo huyendo del fanatismo de las masas. El E
Codina supo conducir con prudencia y acierto a sus compañeros hasta instalarse
provisionalmente. Además hay que destacar que si P. Codina como Visitador de la
Congregación en España se preocupó por la formación de los misioneros y si
ejercicio de su actividad especifica con un talante de extraordinaria
abnegación.
b) Su labor de acompañamiento a las Hijas de la Caridad.
Las Cortes constituyentes de 1854
elaboraron un proyecto de secularización de la beneficencia nacional. Contra
éste presentó si ya Obispo de Canarias una exposición a dichas Cortes en las
que se expresa su admiración por la labor de las Hijas de la Caridad en favor
de los m1.s pobres y necesitados, Y enumera los centros en que se lleva a cabo
esta labor de caridad como el hospital y la Misericordia de Tolosa, de
Zaragoza, y aún de su mismo obispado en donde habían dado recientes pruebas de
su heroicidad atendiendo con tal entrega a los afectados por la epidemia del
cólera morbo de 1851. De su incansable actividad fundadora nos hablan las doce
instituciones de beneficencia creadas bajo su etapa de responsabilidad.
2.- Su extraordinario talante de Pastor.
a) Su solicitud por el
clero.
Al llegar a la Diócesis se
encuentra con un Seminario que presentaba un estado deplorable. El número de
alumnos era exiguo, apenas unos catorce, No se admitían más por falta de local
disponible. La enseñanza era rutinaria. Para los estudios de dogma y de moral
se empleaba si texto del Arzobispo de Lyón y las demás asignaturas se seguían
por autores ya bastante superados. Codina introduce al jesuita Perrone para si
dogma y al P. Larraga para la moral, Coloca como rector del Seminario al que
era entonces cura ecónomo de Artenara, D. Pedro González, y en unión con él
sigue personalmente si nuevo plan de formación académica y espiritual de los
alumnos, Hacia si final de su episcopado encomienda a los jesuitas la dirección
del Seminario que en ese momento no sólo llegò a tener un número muy elevado de
alumnos (unos 50) sino que se corìvertir1 en uno de los principales centros culturales
y educativos de la región.
El Cabildo Catedral se hallaba en
igual estado de postración y casi de extinción, De las dignidades solamente se
hallaba una provista, la de Arcediano, ostentada por un hombre anciano y
enfermo, Dos canónigos de oficio y uno de gracia, bastante enfermo, que no
prestaba ningún servicio. Luego existían otros sacerdotes auxiliares. Por
diferentes circunstancias, a las cuales no fue ajeno si cólera morbo de 1851,
si Cabildo Catedral se vio reducido hacia 1853 a sólo un canónigo, si Doctoral
Graciliano Afonso. Gestiones hechas personalmente por si obispo ante la Corte
logran recomponer si Capítulo y se ocupan todas la prebendas en clérigos que
destacan no sólo por sus cualidades intelectuales, sino pastorales, como si
Arcediano Rafael Monje o los hermanos Jacinto y Rafael Pantoja.
b) Su dimensión
misionera.
Jamás dejó el Obispo Codina de
pertenecer en cuerpo y alma al espíritu de la Congregación de la Misión, de la
cual nunca quiso separarse. Ya en su viaje de ida a Canarias le acompañó si
entonces sacerdote del clero secular y más tarde santo, D. Antonio María Claret
y Clará, con la única finalidad de misionar su Diócesis. Estas comenzaron en la
Catedral del 20 de Marzo de 1848 con un fruto tan extraordinario que al decir de
muchos historiadores que para conocer la trayectoria de la Iglesia en Canarias
hay que dividirla en antes y después de la misión del P. Claret. El misionero
nunca se vio solo, pues el mismo obispo explicaba cada día un punto de la
doctrina cristiana’ e impartía el sacramento de la penitencia en la misma
catedral y en ocasiones en otros templos a los que podía acudir. Este talante
misionero lo ejerció Codina con igual intensidad en las dos Visitas Pastorales
que hizo a todo su obispado.
c) La heroicidad de su
vida.
El 8 de Junio de 1851 se declaró oficialmente la epidemia del “cólera morbo”
que al parecer había sido importada desde Cuba. El terror se apoderé de la
población y las tres cuartas partes del vecindario huyó a los pueblos del
interior. Huyeron también las autoridades civiles, militares y judiciales. Los
cuatro párrocos de la ciudad recorrían cada día con la Unción de enfermos los
barrios extremos de su feligresía y el Sr. Obispo acompañado de su hermano
visitaba los más cercanos de Triana y Vegueta, regresando sólo al mediodía a su
Palacio, para tomar una breve comida, y luego continuar hasta el anochecer en
esta tarea, Muertos varios capellanes del hospital de San Martín, y no teniendo
con quien sustituirles se trasladó el mismo al establecimiento, donde pasaba
todo el día ejerciendo de capellán y enfermero. Por fin el 9 de Agosto la
epidemia se declaró finalizada. En si sélo término de seis meses la población
de Las Palmas se vio reducida a la mitad. La epidemia dejé corno rastro
generalizado una situación grave de miseria, La necesidad de alimentos era tal
que si hambre comenzaba a hacer estragos como si cólera. El Obispo nombró una
junta de 34 individuos para hacer frente a esta circunstancia. É1 fue si primer
benefactor, aunque ya sostenía prácticamente sólo el hospital y si hospicio. De
este despojo en favor del necesitado nos había el hecho de su renuncia a la
Gran Cruz de Isabel la Católica, pues decía que ese dinero estaría mejor
empleado en los pobres de su obispado. El estaba muy contento y satisfecho
llevando su cruz de madera.
Los últimos años de su vida los
pasó sumido en una profunda noche oscura. Todo parece indicar, según afirma su
paje, que si P. Etienne, Superior de la Congregación, le notificó su expulsión
de la misma por no haber dado cuenta de su nombramiento de Obispo y haberse
consagrado sin su autorización. El Obispo le contestándole cuenta de la triple
renuncia que hizo a su obispado y si precepto de obediencia con que si Papa le
obligó a aceptar si cargo. Estas amargas circunstancias originaron, en palabras
del paje cronista, “la decadencia física vertical del Sr. Obispo”. Finalmente
un accidente en la parroquia de Tafira le originó una hidropesía que le
ocasionó la muerte si 18 de Noviembre de 1857.
En el año 1978 fueron exhumados
sus restos que se hallaban en la cripta de la Catedral, donde había sido
enterrado ciento veinte años antes. Su cuerpo estaba incorrupto. Vestido con
suma pobreza ostentaba aquel sencillo crucifijo de madera que él había
preferido al otro más suntuoso de Isabel TI. Si se exhibe hoy en la Capilla de
los Dolores del primer tempio de la Diócesis, pero su espíritu se percibe hoy
como ayer en unas palabras suyas escritas al Ministro Bravo Murillo en 1851:
“Desde mi instalación en este
Obispado no he perdonado trabajo alguno para introducir reformas saludables en
la moral pública y privada. Mucho se ha conseguido por la gracia de Dios, por
medio de la predicación que he ejercido continua mente. Esta Iglesia, la más
pobre, es la esposa que por voluntad de Dios se me ha dado. La cuidaré mientras
pueda. Y cuando no, solicitaré un retiro para acabar mis días en paz y
prepararme para dar buena cuenta, cuando sea presentado ante el tribunal de
Nuestro Señor Jesucristo’
En cuanto a la actualidad y conveniencia de esta Causa están, entre otras
razones, la necesidad que tenemos todos de testigos que nos hagan presente a
Dios y su rostro según se nos indica en la Lumen Gentium, Nº 5° y en Novo
Millennio Ineunte, Nº 7; además su amor a los pobres y a los enfermos (Cf. Sollicitudo
Rei Socialis, no 42) y sobre todo su obediencia al Sucesor de Pedro y su
espíritu misionero (Cf. Ecleesia
Suam, Nº 185). Por otra parte hay un motivo que sirvió de origen en el inicio
de este proceso de beatificación: servir de estimulo a los diocesanos para
llevar a la práctica las constituciones del último Sínodo Diocesano; y última
mente la Carta Apostólica del Santo Padre ‘NOVO MILLENNIO INEUNTE’, como
reclamo a la espiritualidad en la Iglesia”.